Desde el frío desierto de Kaluga, Rusia, Tsiolkovsky escribe la ecuación de cómo salir de la atmósfera. Mientras escribe, un fuego arde en su cabaña de abedul. Décadas después, se construye el telescopio Hubble y comenzamos a comprender la composición de una galaxia. Lee la atmósfera del espacio profundo y encuentra las moléculas de formiato de etilo, las mismas que dan sabor a las frambuesas y al ron. Esta misma molécula aparece una vez más en los diarios de los astronautas. Escriben cómo la tela de sus trajes espaciales está impregnada por el olor a carbón y benjuí después de las caminatas espaciales. Haciéndose eco del trabajo seminal de Tsiolkovsky, la ecuación es una desviación de nuestro universo observable, transportándonos
a una galaxia compuesta de teorías e imaginaciones. Un acuerdo de tres notas, de tres historias, unificadas por el aroma del espacio

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